Capítulo 14 (Maratón 1/3)
En
la mitad de la comida descubrimos un nuevo método de contacto: por
debajo de la mesa, con los pies. Hicimos «piececitos» un rato,
hasta que le di sin querer una patada a su padre. ¡Qué vergüenza!
¿Alguna vez se me curará el ser tan torpe? Creo que sé la
respuesta. Por mi culpa, se nos cortó el rollo, aunque Justin se
estuvo riendo un buen rato. Cuando sonríe se le ilumina la cara. Y
si serio es guapo, riendo es… perfecto. Mis ganas de besarle
aumentaban cada minuto y entonces ya no lo soporté más.
-Vamos
a mi habitación, quiero enseñarte una canción que descubrí hace
nada.
-¿Cual?
-Se
llama «Call me maybe» de Carly Rae Jepsen.
-Claro
vamos- se puso en pie conmigo
-Ehhh...
sentados el postre está listo , ya subiréis después
Una
mousse de limón que llevaba toda la mañana preparando. Uff. Qué
mala pata. Le dije que no me apetecía pero insistió tanto que no
nos quedó más remedio que quedarnos. ¡Vaya fastidio! ¡Yo quería
otro postre! Nos volvimos a sentar y aguardamos pacientes nuestro
momento. Aunque la mousse de limón estaba riquísima, deseaba con
todas mis fuerzas que nos dieran permiso para levantarnos. Miré a mi
madre a los ojos cuando me tomé el último trocito de postre y ésta
hizo un gesto con la mano condescendiente. ¡Nos podíamos ir! Casi
agarro a Justin por la mano, pero me controlé. Retiré la silla de
la mesa con cuidado, me puse de pie despacio y, sin mirar hacia
atrás, entré en la casa. Supuse que él vendría detrás de mí. Y
así fue. Oía sus pasos cercanos. Hasta que llegó a mi altura y los
dos caminamos hacia mi habitación. Y de nuevo me puse nerviosa. Iba
a estar a solas en mi cuarto con el chico que me gustaba. ¡Madre
mía!
Afortunadamente, durante la mañana, previendo que podría pasar lo que estaba pasando, arreglé mi dormitorio. Todo estaba bien guardado y recogido. Incluso olía a vainilla, gracias a una vela perfumada que encendí después de desayunar. El ambiente era ideal, pero yo estaba temblando. Y más cuando Justin se sentó en mi cama. Sonrió, como él suele hacerlo, y me invitó con la mano a que me sentara junto a él. Me hice un poco la remolona, pero terminé a su lado.
-¿Puedo
escuchar esa canción tan alucinante que me comentaste?- No sabía a
qué se refería hasta que caí en la cuenta.
-Claro-
Me incorporé y busqué en mi portátil el tema de Carly Rae Jepsen.
Play. Yo regresé a la cama con él. Sus ojos me miraban con dulzura.
Me moría por besarle. El corazón me latía a mil por hora. Traté
de disimular mi ansiedad y mi nerviosismo. Él parecía muy
tranquilo. Como si estuviese acostumbrado a situaciones de ese tipo.
Tomó la iniciativa y me puso una mano en la rodilla. Luego, se
inclinó despacio y me acarició el pelo. Lo tenía muy cerca. Su
rostro ya se encontraba a sólo unos cuantos centímetros del mío.
¿Quería él ese beso tanto como yo? Lo intuía. Lo sentía. Y lo
experimenté. Sí, lo quería. Y fue muy bonito. Sentir de nuevo sus
labios en los míos. Increíble. Me dejé llevar por sus besos,
olvidándome de todo. No me importaba que mis padres estuviesen abajo
con los suyos. Ni que fuéramos o no fuéramos novios. Sólo me
preocupaba una cosa: su boca, que danzaba con la mía en un baile
continuo y preciso. Poco a poco fueron entrando las lenguas en el
juego. Volaron los nervios, los miedos, la incertidumbre. Tenerle
ahí, conmigo, era todo lo que pretendía. Lo que buscaba y había
encontrado. ¿Magia? Sí, era algo así como magia. Un sueño del que
no quería despertar… pero del que desperté. Un sonido, que me
resultaba familiar, irrumpió en nuestra intimidad. Justin tenía un
mensaje en el móvil. ¡Qué oportuno! Esto hizo que se detuviera.
Estábamos tan bien.
-Lo
siento- sacó su teléfono de uno de los bolsillo del pantalón.
Resoplé
al verlo leer aquel SMS. Como ayer, su expresión cambió.
-Tengo
que irme- ¡No! No podía ser
-¿Por
qué?
No
me dio explicaciones. Un último beso en la mejilla y adiós. Observé
indignada cómo abría la puerta de mi habitación y se marchaba.
Aggg ¡Qué rabia! Estaba realmente enfadada. ¿Qué era tan
importante para dejarme allí tirada? Cuánto misterio. Y no me
gustaba nada. Me levanté de la cama refunfuñando, apagué la música
y bajé al jardín. Mis padres y los suyos seguían riendo y
hablando. Yo ya no tenía ganas de reír. Me senté con ellos y
aguanté impaciente a que Justin se dignara a darme un buen motivo
por el que se había marchado. Pero por más que miré mi móvil y
revisé el ordenador durante toda la tarde, no recibí ni una sola
respuesta. ¿Dónde se había metido?
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