Capítulo 2
Hacía
casi cinco meses que salíamos juntos y que nos dimos nuestro primer
beso. Fue precioso. Lo mejor que me había ocurrido en la vida.
Salíamos en el mismo grupo, pero ese día solo estábamos él y yo.
Aburridos. Me dijo que si quería ir al cine. Como amigos, claro.
Solo éramos eso, aunque a mí me gustaba desde hacía tiempo. Nunca
me había decidido a decirle nada. Vimos «Lo imposible», aunque yo
apenas presté atención a la pantalla. ¡Estaba tan nerviosa! Me
temblaba todo el cuerpo. Y de vez en cuando lo miraba para comprobar
qué hacía él. Cuando nuestras miradas coincidían, sonreíamos y
yo me quería morir. Tenía muchas ganas de darle un beso. Mi primer
beso. Pero no sabía si era el momento adecuado. Así que la película
terminó y no hicimos nada. Sonrisas, miradas y poco más. Luego
fuimos a comer una hamburguesa. Casi no hablamos. Yo no podía
apartar mis ojos de los suyos y de sus labios. ¡Me apetecía tanto
besarlo! Pero nada, tampoco me atreví a dar el paso en la
hamburguesería. Ya daba por hecho de que me iría a dormir sin haber
probado su boca. Sin embargo, el destino jugó a mi favor. Eran casi
las diez de la noche, la hora a la que mis padres me habían dicho
que tenía que estar en casa. Chaz me acompañaba. Y, de repente,
comenzó a llover muy fuerte. Cada vez con más intensidad. Corrimos
por la calle como dos locos. Hasta que él me cogió de la mano y me
guió hasta un fotomatón. Allí estaríamos a cubierto hasta que
escampara. Era un sitio muy estrecho, así que casi sin querer,
jadeante, me senté sobre sus piernas en el taburete. Y entonces,
ocurrió. Me miró intensamente. Como nunca me había mirado hasta
entonces un chico. Suspiré. Estaba atacada de los nervios. ¿Iba a
hacerlo? Sí. Se lanzó. Cerró los ojos y acercó su cara hasta la
mía. Yo también cerré los ojos y, como si fuera la escena final de
una película romántica, me dio un beso. Suave. Casi tanto, que
apenas noté sus labios. Fue mágico. Eso es todo lo que puedo decir
de mi primer beso. A continuación, lo abracé y nos quedamos cinco
minutos juntos, sin movernos. Dejó de llover, salimos del fotomatón
y caminamos de la mano hasta mi casa. Mi padre, que vigilaba desde la
ventana, me echó la bronca cuando me vio besarlo de nuevo al
despedirse. Castigada dos semanas. Pero fue un castigo dulce. Y que
no cumplí, ya que al día siguiente me perdonó. Aunque ahora esté
con una sonrisa, es amarga. Prefiero no pensar más en lo mío con
Chaz. Vuelvo a estar sin nadie y como suelen decir, mejor sola que
mal acompañada. ¿No? Además, ha cambiado mucho. Ya no es ese chico
amable y cariñoso de hace unos meses. Se ha hecho amigo de los
repetidores y desde entonces va de malote y se ha liado con varias.
Pues por mí que se quede con todas. Ya no le quiero. O eso creo.
¿Cómo
sabes si continúas enamorada de alguien? Alice dice que eso no se
sabe, que eso se siente. Que las cosas del amor no se piensan, se
experimentan. Ella, cuando quiere, también dice cosas interesantes.
Aunque no sé si esto lo leyó en alguna revista para adolescentes.
El caso es que, cuando recuerdo lo que tuve con haz, las sensaciones
son muy contrarias. Y me lío. Pero no sé si el lío lo tengo en la
cabeza o en el corazón. En realidad, lo que me gustaría de verdad
es volver a enamorarme. Olvidarme de una vez por todas del pasado y
encontrar a un chico que me quiera de verdad. Que me cuide, que me
abrace cuando esté mal y que me bese en la última fila del cine.
Alguien que no vaya de malo, que sea sensible y me comprenda. No sé
si pido mucho. Tal vez soy muy exigente y tendría que dejarme llevar
un poco más como hace Alice. Aunque cada uno es como es y necesita
lo que necesita. Sólo espero no quedarme sola. Sería horrible. Soy
muy joven, lo sé, y no estoy tan mal, aunque me ponga roja por el
frío y por el calor. No hay que ser pesimista. Y quién sabe, quizás
ese chico del que me vaya a enamorar está más cerca de lo que yo
misma pienso. ¿No?
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