Capítulo 4
Como
habíamos previsto, Alice se llevó de clase a Justin al patio y yo,
sigilosamente, me acerqué hasta su mesa. Tenía el cuaderno de
Lengua encima de ella. Lo abrí para dejar dentro la carta y... me
encontré con una gran sorpresa. En la última página había algo
dibujado. Un dibujo que, además, se repetía unas veinte veces. Me
quedé casi sin respiración cuando vi un montón de corazones
atravesados por flechas pintadas con boli azul. En cada lado había
una letra escrita en mayúscula: una «J» a la izquierda y una…
«C» a la derecha. ¡Justin y ¿Cashey?! No, ¡eso no era posible!
Me estaba empezando a poner muy nerviosa. Repasé mentalmente los
nombres de las chicas de la clase y me di cuenta de que sólo dos
teníamos como inicial la letra «M» en nuestro nombre. Y Catherine
apenas habla con este chico. Es más, no pegan ni con pegamento extra
fuerte. ¿Podía estar pillado de ella o era yo su supuesta amada?
Intenté tranquilizarme. Respiré varias veces profundamente y
analicé una vez más la situación. Tal vez, la que le gustaba a
Justin no era de nuestra clase. O a lo mejor era una ex novia o
alguna chica de la ciudad en la que vivió anteriormente. Sin
embargo, nunca nos había hablado de parejas del pasado. ¡Qué
extraño era todo aquello! Como un sueño de esos raros.
Entonces,
desperté de repente cuando escuché la voz de Alice.
-¡La
carta! - Había olvidado la carta y también a ella y lo que tenía
que hacer durante el recreo - Justin ha ido al baño. ¿Que te ha
pasado, que no has ido al recreo
Pero
sin que me diera tiempo a contestarle, vio la carta en mi mano y
luego el cuaderno. Aunque intenté taparlo con mi brazo, fue inútil.
Alice descubrió la última página llena de corazones atravesados
con flechas azules con la inicial del nombre de su queridísimo amor
a un lado y la letra «C» en el otro. Abrió mucho los ojos y me
miró con rabia. No se lo podía creer. Yo no sabía qué decir, ni
cómo reaccionar. Hasta que de su boca salió un grito.
-Eres
una robanovios. No me vuelvas a hablar.
Intenté
explicárselo, pero no me dejaba hablar. Mis compañeros comenzaron a
entrar en el aula y a amontonarse a nuestro alrededor. Pero ella
seguía soltando toda clase de acusaciones y yo no respondía. ¡No
me dejaba! Me acusaba de acaparadora, de que siempre tenía que estar
por encima y de que, con todos los tíos que había en el mundo, me
tenía que fijar en el que le gustaba a ella. ¿Cómo decirle que yo
no tenía nada que ver con aquello? Los gritos se terminaron cuando
Justin entró en clase. Alice lo miró fijamente, como si el tiempo
se hubiese detenido durante un segundo. Y salió corriendo con
lágrimas en los ojos. Me dio mucha lástima. Quizás debí correr
tras ella e intentar alcanzarla para calmarla. Pero no lo hice.
Justin tampoco fue. No se dio cuenta de lo de la carta, ni de que
habíamos visto lo que había dibujado en su cuaderno. Menos mal que
me dio tiempo a cerrarlo, si no ¡qué vergüenza! El chico me
observó, se encogió de hombros y se sentó en su silla. El profesor
había llegado y la clase de Plástica comenzaba. Alice no apareció
en toda la hora. Ni tampoco en la siguiente. Me sentía mal. Era
imposible pensar en otra cosa que no fuera aquello que había
sucedido. Por una parte, mi amiga se sentía engañada por mí, como
si yo hubiese hecho algo para enamorar al chico que precisamente le
gustaba a ella. Y por otra parte, me preguntaba si realmente esa «C»
mayúscula hacía referencia a mi nombre. Si era así… ¡madre mía!
¡Justin me quería! Así que el problema era doble. De reojo miraba
al chico nuevo. ¿Sentía yo algo por él? No. Pienso que no. Aunque
es muy guapo y simpático. Poco ya había ido cogiendo confianza, y
tenía un sentido del humor muy peculiar que me gustaba. Todos los
días me acompañaba a casa e incluso algunas veces por la mañana
temprano coincidíamos en el camino al instituto. Nos pasabamos la
mitad del camino hablando, además presta atención a todo lo que le
cuentas. En una de mis miradas, los ojos de Justin coincidieron con
los míos y me entró un escalofrío que me recorrió de arriba a
abajo. Los dos, al mismo tiempo, avergonzados, agachamos la cabeza y
miramos nuestros cuadernos. Él, el de Lengua, en el que tenía
dibujados los corazones.
¿Y
si siento algo por él? Realmente, si eso fuera así, las cosas se
complicarían muchísimo. Y no sólo por Alice. Como dije al
comienzo, todo se me ha acumulado y estoy muy liada. Cuando estaba
recogiendo mis cosas para irme a casa, se me ha acercado Chaz
-¿Qué
quieres Chaz?
-Venía
a despedirme porque me voy a pasar las vacaciones de Navidad a la
nieve con mi familia.
-Que
te lo pases bien- le dije sin demasiada amabilidad
Me
da dos besos en la mejilla. Pero antes de apartar su cara de la mía,
no sé si por un impulso, o por una apuesta o por quien sabe qué…
me besa en los labios. Un beso corto, suave, como el primero que nos
dimos en el fotomatón. Me despertó una cantidad de emociones
inexplicables.
-Me
sigues gustando- ,me susurra en el oído. Y me da otro beso en la
frente.
Inmóvil,
he visto cómo me guiñaba un ojo y, sin más, salía de clase
acompañado por uno de sus amigos repetidores. ¿Por qué me pasan
estas cosas a mí? ¡No es justo!
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