Capítulo 3


Ahora mismo estoy hecha un lío. Y lo que es peor, no sé qué hacer ni cómo actuar. Algunas veces alguien debería decidir por ti. Pero acertando con la solución, claro, y consiguiendo que nadie se enfade. Y si alguien se enfada, por lo menos que haya a quien echarle la culpa. ¿No? Y eso que la mañana empezó muy bien. Hoy era el último día de clase antes de las vacaciones de Navidad. Y además, me han dado el resultado del examen que me faltaba por saber: un seis y medio en Mates. Lo que significa que... ¡he aprobado todo! El primer trimestre lo he sacado limpio. Vale, mis notas podrían haber sido un poquito más altas. Mucho seis, mucho siete, un ocho y un aprobado raspado en inglés. No se me dan muy bien los idiomas, a pesar de que en la playa me confunden con una guiri por mi cara sonrosada cuando me da un poco el sol. ¡No soy extranjera! De todas maneras, no me puedo quejar. En el segundo trimestre estudiaré más, será mi propósito de Año Nuevo.

Alice lleva dos semanas en una nube. Más despistada de lo normal. El motivo: Justin. Sí, el chico nuevo le gusta de verdad. O eso es lo que dice. Insiste en que es el chico de su vida y que jamás había sentido algo así por alguien. Incluso se ha cambiado de sitio en clase para estar más cerca de él. En cada recreo y, cuando nos quedamos a solas, no para de hablar de su «futuro novio». Se hace un poco pesado oírle todo el rato lo mismo. Que si es guapísimo, que si mira qué ojos tiene, que si le encanta su forma de ser, que si su pelo… Lo que otras veces, pero multiplicado por cien. Pero es mi mejor amiga y no me queda otra. Anoche me llamó por teléfono a las once para contarme que mañana sería el día, el de la declaración, y que si se me ocurría alguna forma original para pedirle salir. A ella le falta un poco de imaginación, siempre es muy directa. Pero con Justin quería hacerlo distinto, porque él es especial. Le dije que no podía ayudarla, porque tenía sueño y no me apetecía nada ponerme a pensar. Era su chico, no el mío. Sin embargo, Alice me estuvo dando la lata hasta que me convenció. Lo planeamos todo detenidamente. Y aunque mandarle una carta anónima no es lo más original del mundo, decidimos que era lo mejor. 

Ella iba anotando lo que yo le iba diciendo. No escribía una carta de amor desde la primera semana en la que estaba con Chaz. Se me removió bastante el estómago recordándolo. Y me entró algo de pena por no tener a nadie a quien dedicarle palabras bonitas y con sentimiento. Es lo malo de estar sola, que te pierdes las cosas buenas de estar enamorada y ser correspondida. En media hora habíamos terminado. Y elaboramos un plan. Al día siguiente, mientras ella distraía a Justin en el recreo, yo colocaría la carta dentro de uno de sus cuadernos. Sin decir quién era, Alice le confesaba sus sentimientos y le citaba para después del instituto en la puerta trasera del edificio. Hasta ahí, perfecto. Romántico, emocionante y con su parte de suspense. Pero sucedió algo inesperado. 

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